jueves, 5 de noviembre de 2020

Dahlia, heredera de un legado "olvidado"

 


Mansión Vårgsson, 12 de Mayo de 2018, estribaciones de la Sierra de Collserola (Barcelona).

Nuestro relato bien podría comenzar cuando una noche, un taxi se detuvo junto al muro exterior de la finca, y de él, se apeó una bonita mujer dirigiéndose hacia la entrada principal…

La verdad es que no deja de llamar poderosamente la atención, que el “césped sobrenatural”, la dejara pasar, sin ni siquiera intentar mordisquearle los tobillos, una actitud, completamente distinta a la que suele presentar con los extraños que imprudentemente se arriesgan a ir más allá de la verja de entrada.

El caso es que llego al porche, llamó a la puerta, y fue recibida por Thomas, el mayordomo y ghoul personal del Sr. Vårgsson, quien la condujo directamente ante el dueño de la casa, quien, al parecer, la estaba esperando.
Pero si nos limitáramos solamente a narrar sobre su llegada, y lo que aconteció después, la historia de Dahlia Țepeș nos parecería breve y llena de lagunas oscuras… 

Pero, aunque es indudable que las tiene, si queremos conocer más de ella, será necesario que viajemos mucho más atrás en el tiempo, para poder obtener todos los datos...

La vida de esta bella Tzimisce empieza el 13 de diciembre de 1687, como la única hija de Marian Lupu, “El Lobo” (1650/1710), y su esposa Lady Florentina.

Su padre, que durante años había regido el Principado de Moldavia, reconquisto el cargo de Voievodă del Principado de Valaquia, derrotando a sus enemigos en la segunda batalla de Țârgoviște, (1671), con la ayuda de su hermano Mihai, que moriría durante el asedio.Tras la conquista, Marian recuperó el apellido del antiguo linaje familiar, y seria conocido a partir de entonces como Marian Țepeș.

Dahlia era una niña inquieta e independiente, muy poco predispuesta a sentir temor de nada y acostumbrada a manifestar sus opiniones en voz alta, algo bastante poco usual para la sociedad de aquellos días. Fue criada en el ambiente austero y culto de la época, aprendiendo no solo a leer y escribir, sino también latín y griego clásico, historia, filosofía, tradiciones del país, música, etiqueta y danza, ya que debido a su posición en la Curtea Domnească, (Corte Real), se requería de la heredera del Voievodă que fuera una dama, culta y refinada. 

Sin embargo, su padre Marian, en cuyas venas bullía con fuerza la sangre de los antiguos dacios, quería que su hija supiera defenderse sola de los enemigos que pudieran acecharla, por lo que dio órdenes expresas a su maestro de armas, Velkan, para que adiestrara a Dahlia, con lo que la joven aprendió a manejar con destreza tanto el cuchillo y la espada, como el arco y la ballesta, a la vez que se convertía en una experta amazona a lomos de su negro caballo.

De mente inquieta e inquisitiva, se siente fascinada desde pequeña por la Turnul Chindiei, (Torre Chindia), un torreón inclinado construido en la ciudad por su antepasado Vlad III Draculea (El Empalador), que tenía una función militar y estratégica.  

Aunque este edificio, es actualmente un sitio turístico y uno de los símbolos de la ciudad, y contiene una exposición permanente de antiguos documentos y armas de la época de Vlad III, durante la infancia de Dahlia era un bastión militar completamente operativo, y a ella le encantaba jugar, recorriendo sus pasadizos y escaleras, imaginando que participaba en mil batallas de épocas pretéritas, siempre bajo la mirada vigilante y a veces enternecida de los integrantes de la guarnición del edificio, la unidad de elite encargada de la protección personal del Voievodă, los “săbiile dracului”, (las espadas del diablo), quienes cariñosamente se referían a ella como “micuța războinică” (pequeña guerrera), y que la adoraban a tal punto que se habrían dejado matar para defenderla.

Posteriormente al ir creciendo, y con la llegada de la adolescencia, Dahlia se convirtió en una mujer preciosa, con pocos amigos, que tenía una insaciable sed de conocimientos. No era extraño verla deambular por el edificio charlando con la guardia, o encontrarla sentada en el alfeizar de una ventana, o en las almenas leyendo un libro o simplemente mirando al horizonte.

Al llegar el día de su 20º aniversario, (1707), un viajero llego a la corte de su padre, el hombre, pálido y lúgubre, decía ser un emisario del abuelo de Dahlia, quien al parecer vivía hace mucho tiempo retirado en el Castelul Corvineştilor, (Castillo de Corvino), en Transilvania, traía una carta para Marian, en la que como cabeza del Clan Țepeș, invocaba la antigua tradición de la familia, que le permitía hacerse cargo de la educación del heredero, por lo que ordenaba que la joven se trasladara a su residencia.

Unos días después entre la tristeza de sus padres, la joven abandonaba la casa familiar al amanecer, acompañada solamente por Vasile, el emisario de su abuelo, y sus dos criados țigani, (zíngaros), al dejar atrás el puente sobre el rio Lalomița, Dahlia, se giro en la silla de su caballo para contemplar su ciudad, y  no pudo evitar que se le hiciera un nudo en el estomago y que le rodaran unas lagrimas por la mejilla, al contemplar como el sol naciente coloreaba Țârgoviște de dorado, la silueta de la Turnul Chindiei destacaba un tanto más oscura, como un puño alzado que la saludara en la distancia, diciéndole que tenía que ser fuerte. 

Con la sensación de no saber si volvería nunca más, se volvió hacia adelante y agitando las riendas reemprendió el camino…

Mientras cabalgaban durante doce largos días, por agrestes senderos, Dahlia pudo comprobar que sus acompañantes eran gente de muy pocas palabras, de hecho solo Vasile hablaba con ella, siempre en tono sumamente respetuoso, pero de forma lacónica, y evitando contestar a sus preguntas sobre su señor, al que mencionaba en toda ocasión como “El Amo”.

Casi al final de su viaje, al abandonar la pequeña ciudad de Geoagiu, donde se detuvieron para descansar aprovechando las antiguas termas romanas, fueron emboscados por un nutrido grupo de “haiduci”, (bandidos), que intentaron asaltarlos, probablemente para desvalijarlos y asesinarlos, o bien para retenerlos y pedir un rescate por ellos.

 En esa ocasión fue en la primera en que la joven utilizaría los conocimientos de lucha que Velkan le había enseñado para defender su vida, descubriendo en su interior una bravura innata, que le permitió despachar rápidamente a dos de los atacantes.

También pudo observar como su lívido acompañante, hacia frente al grueso de los oponentes mientras los criados retrocedían desenvainando sus cuchillos y aprestándose a defender las monturas. Vasile acometió a sus enemigos con una ferocidad y crueldad más propias de una bestia que de un ser humano, golpeándolos con fuerza salvaje, y  acuchillándolos con la espada, dejando a su paso un horrible rastro de cuerpos lacerados, cabezas cortadas y miembros amputados. 

Los pocos supervivientes de la banda, completamente desmoralizados huyeron despavoridos, tras lo cual, Dahlia y sus acompañantes reemprendieron la marcha hacia el Castelul Corvineştilor, al que llegaron en poco más de un día.

 Dejaron en el patio los caballos y pasaron directamente al interior, allí recorrieron los sombríos pasadizos camino a las estancias principales. La mujer se dio cuenta de que en el trayecto se había cruzado con muy pocos criados, parecía como si toda la fortaleza estuviera vacía, transitada solo por unas pocas oscuras formas silentes que se movían entre las heladas corrientes de aire.

Finalmente llegaron al salón principal en cuyo extremo más alejado había un gran sillón de madera oscura que se emplazaba sobre un estrado de tres escalones.

 A su espalda, colgaba un tapiz tríptico donde se podía contemplar en el panel derecho el escudo de armas de la familia, en el izquierdo la enseña de la “Ordinul Dragonului” (la orden del dragón), y en la parte central, presidiendo aquella especie de trono oscuro, la imagen de una cimera de armas de tonos negro y dorado, que contenía un dragón serpentino cuya figura, remataba un yelmo coronado, y que veía su silueta repetida en el escudo, una imagen que Dahlia no reconoció, pero que sin embargo hizo que su corazón latiera mas rápido, al pie de la plataforma, dos de los palidos sirvientes estaban colocando una silla sombria, de recargada ornamentacion.

Arriba, sentado en el sillón en una pose relajada y majestuosa había un hombre que perfectamente podría tener la edad de su padre, el pelo oscuro, largo y ensortijado le caía sobre los hombros, con algunos mechones sueltos enmarcándole la cara. 

Sus rasgos aquilinos y poderosos, con pómulos altos y tupidas cejas oscuras que ensombrecían unos ojos hundidos y profundos, marrones, o quizás negros, que según como los alcanzaba la luz parecían brillar con tonos rojizos, magnetizando la mirada del interlocutor. 

La nariz larga y picuda de corte romano, dividía su rostro como el pico de un águila, cerniéndose sobre un poblado bigote, que enmarcaba una boca de labios finos y crueles, con el inferior un tanto sobresaliente. 

Al ver a la mujer, se incorporo en el asiento inclinándose hacia adelante y juntando sus manos de largos dedos ante su boca. Las comisuras de sus labios se alzaron levemente en lo que parecía una sonrisa sardónica, al cabo de un rato de observarla atentamente, le dirigió una formal bienvenida con una voz profunda y gutural que parecía brotar del interior de la tierra misma.

-¡Seas bienvenida a mi morada Dahlia, hija de Marian, pasa por tu propia voluntad y deja con nosotros algo de la alegría que traes…!

Ella se inclino hacia adelante iniciando una reverencia, pero él la cortó rápidamente.

-¡No, no es necesario que te inclines ante mi…! Aunque aprecio tu respeto no es necesario que te humilles… Al fin y al cabo compartimos sangre y orígenes… Nieta mía.

La mujer sintió como un potente mareo amenazaba con  hacerle perder el equilibrio.

- ¿¿¿ Nieta…??? – le grito su mente - ¡Pero si no parece mayor que mi padre…!, ¿Cómo va a ser mi abuelo?, esto es imposible, tiene que tratarse de algún malentendido, o estoy contemplando a alguna criatura sobrenatural que se hace pasar por mi abuelo… ¡Tengo que salir de aquí!

 El hombre del trono parecía divertido con su confusión, hizo una leve seña con la mano y todos los guardias, y sirvientes incluido Vasile abandonaron el salón y cerraron las grandes puertas. Al quedarse solos, el dueño de la casa se levanto y avanzo hacia ella bajando del estrado con calma.

-Se que mis palabras te causan confusión, pero con el tiempo lo entenderas todo, de momento solo es necesario que sepas que en efecto soy parte de tu familia, y en cierto modo tu abuelo… 

-Las dudas volvieron a transparentarse en los ojos de Dahlia-, ¡Y si… tal y como supones soy mucho mas viejo de lo que mi cuerpo parece!, ahora, si tienes lo bondad de tomar asiento, te contare lo que necesitas saber para que puedas decidir sobre lo que va a acontecer en tu vida durante los próximos años, te doy mi palabra que al terminar esta conversación seras completamente libre de abandonar esta casa y volver con los tuyos.

Dahlia aun dubitativa, se instaló en la silla mientras que el extraño hacia lo mismo sobre los escalones de la tarima, para que sus ojos quedaran a la misma altura, una vez sentados, Él empezó a hablar, contándole la historia de la región, (que ya conocía por sus estudios), pero añadiéndo datos y hechos de carácter sobrenatural que ella había tomado siempre por leyendas y cuentos de los aldeanos.

Asi supo que su familia había estado al cargo de los territorios desde hacia siglos, y que una rama de ella se había emparentado en tiempos inmemoriales con los miembros de un oscuro clan al que llamaban “Tzimisce”, seres sobrenaturales que tenían muy fuertes ataduras con su tierra natal, y a los que la gente calificaba como brujos no muertos, “strigoi”, o tal vez “vampir” porque tenían la capacidad de alterar sus cuerpos, y también los de sus sirvientes y enemigos. 

Conoció también que su “abuelo”, había llegado a ser un caudillo entre ellos y que por tradición familiar, escogía entre sus descendientes a aquellos que tenían mayores cualidades, para que fueran aceptados entre las filas del Clán. 

Al parecer, la familia había sufrido a los ojos del patriarca un debilitamiento de carácter con el paso de las décadas, por lo que había esperado pacientemente, hasta que al fin, la ascensión al poder de su padre, y la reconquista de los territorios que llevo a cabo llamaron su atención.

 Y fue entonces, mientras observaba el desarrollo de los hechos, cuando había quedado impresionado por la fortaleza de carácter de la hija de Marian, e intuyendo que su potencial no solo igualaría, sino que superaría al de su progenitor, decidió que ella seria la mas apta para adoptar el lugar de su chiquilla y sucesora dentro del Clán. 

Por supuesto seria imprescindible que la mujer siguiera con su formación y desarrollo hasta que su pariente decidiera que estaba lo suficientemente preparada para ser iniciada en los misterios de la sangre. 

Pero esto le daría la oportunidad, no solo de acceder a unos niveles de conocimiento y sabiduría muy por encima de los que podría soñar en obtener, sino también, a un tratamiento y consideración infinitamente superior al que se le dispensaria a cualquier femina, fuera del nivel social que fuese. 

El Voivoda le garantizó que antes de su incorporación definitiva al  Clán, se le concedería un tiempo para meditar si quería ser “abrazada”, y en caso de que no tuviera pleno convencimiento del paso que iba a dar, se le permitiría volver con su familia, bajo estricto juramento de no revelar nada de lo que había conocido… un compromiso que de ser transgredido provocaria que le fuera  procurada una muerte atroz.

 La inagotable sed de conocimiento que anidaba en el interior de Dahlia, hizo que aceptara la propuesta de su antepasado, se dispusieron aposentos para que se alojara, tanto en Castelul Corvineştilor, como en Castelul Bran, la otra fortaleza de la familia situada a nueve días de viaje cerca de Braşov.
Los días y las noches empezaron a sucederse unos tras otras, en un desfile interminable de viajes entre ambas fortalezas, para recibir clases y entrenamientos de tutores de las mas variadas materias, desde filosofía y ocultismo, hasta literatura, estrategia, tactica y combate. 

El cansancio era su compañero mas frecuente, pero, aunque la verdad era, que no veía a menudo a su anfitrión, cada vez que su animo parecía flaquear ante la magnitud de las tareas, Vlad aparecia como materializándose de la oscuridad, para reavivar su espíritu con una breve charla, o algún comentario… como si pudiera leer su mente en la distancia.

Finalmente en 1740, diez años después de su llegada al Castillo de Corvino, su mentor le comunico que estaba lista para asumir su legado, y le pregunto si quería echarse atrás, Dahlia, simplemente se adelanto, y arrodillándose en el primer escalon del estrado, se descubrió la garganta con una luminosa sonrisa, el Voivoda descendió hasta donde estaba, y arropándola con los pliegues de su capa, bebió de sus venas y compartió con ella su “vitae”, convirtiéndola en su chiquilla.

A partir de su “renacimiento”, la mujer se dedico a adaptarse a la no-vida, practicando sus “dones oscuros”, tras lo cual, meses mas tarde, después de que su creador le facilitara un amuleto que contenía una cierta cantidad de su tierra natal, inicio su labor como representante de su “sire” y del Clán, en multiples viajes, lo que le permitió matricularse y adquirir nuevos conocimientos en diversas universidades de todo el mundo.

Poco queda que añadir al respecto, salvo que con el tiempo visito a su familia para aquietar sus miedos y dudas, no tanto porque sintiera que estaba en deuda por haberse ido, sino por evitar cualquier necesidad en ellos de buscarla, y que pudieran descubrir algo que forzara que el Clán decretara su extinción.

Durante décadas/lustros, su inagotable sed de conocimientos, hizo que mientras viajaba por todo el mundo desempeñando las tareas que le eran demandadas tanto por su ancestro como por su Clán, aprovechara todas las ocasiones y las eventuales residencias en varios países, para formarse en campos de conocimiento tanto místicos como humanísticos, , licenciándose a lo largo de varias épocas, tanto en literatura y filosofía como en filología y ciencias, en Universidades de tanto prestigio como la Sorbona (París), Oxford y Cambridge (U.K.), Yale y Harvard (U.S.A.), Salamanca y Barcelona (España).

Finalmente a principios de marzo de 2018, mientras se encontraba residiendo en Berlín, recibió una carta de su Sire, donde se le comunicaba que al parecer, un Ventrue de alta posición que residía en Barcelona, (España), había invocado una antigua deuda de honor con los Tzimisce, solicitando la ayuda de algún miembro con las capacidades obvias de su clan, pero que además tuviera conocimientos muy específicos sobre textos de gran antigüedad, tanto arcanos como normales para reorganizar y catalogar la inmensa biblioteca de su Mansión.

Dahlia se apresto a cumplir con los deseos de su antepasado, no sin una cierta mezcla de curiosidad y desconfianza hacia ese misterioso cainita capaz de tener el valor de solicitar ayuda de una forma tan audaz, a los poderosos Tzimisce del viejo mundo.

Intento recabar por todos los medios mas información sobre el Ventrue, con el que debería colaborar, pero lo que encontró daba la impresión de ser  una mezcla entre leyendas urbanas y sucesos poco claros, los datos eran bastante contradictorios, y parecían sugerir que este, no solo colaboraba y tenia tratos con practicamente todos los clanes y líneas de sangre vampirica, sino que también lo hacia con magos, brujas, garous y otros muchos seres sobrenaturales, finalmente Dahlia dejo de buscar, e intrigada todavía por el vastago al que iba a conocer,  empezó a organizar su traslado a Barcelona.

Algo mas de dos meses después, el  12 de Mayo de 2018 se bajo de un taxi frente a la verja que rodeaba la Mansión Vårgsson, respiro hondo, y empujo el porton entrando en el jardín.

A partir de ahí empieza la historia…


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